sábado, 28 de noviembre de 2009

TOMEMOS CONCIENCIA

HISTORIA CON FINAL FELIZ

El sábado 7 de noviembre salí a caminar con mis cuatro perros como lo hago casi todas las mañanas. Al volver a casa dos de ellos entraron pero Titi y Limay se negaron y salieron corriendo perdiéndose de vista. No me preocupé demasiado. A veces hacen eso para prolongar algo más el paseo y enseguida regresan. Pero al atardecer todavía no habían vuelto y empecé a preocuparme. No volvieron en toda la noche. Al otro día empezó la búsqueda. Empezamos recorriendo calles y algunos senderos en la montaña. El lunes pusimos el aviso en la radio y fuimos a las canileras municipales pero no aparecieron. Pusimos carteles en los supermercados con nuestro número de teléfono. Pasados los días de lluvia torrencial fuimos a la montaña y logramos hablar con una pobladora de la comunidad Mapuche para preguntarle si los había visto por allí. Así nos enteramos de que en esa comunidad habían organizado una especie de patrulla porque algunos perros habían ingresado y matado a varias cabras y ovejas y les estaban disparando. Entonces empezamos a considerar la idea de que nuestros perros podrían estar muertos. El sábado 14 ya había pasado una semana de búsqueda sin ninguna novedad entonces decidimos volver a la montaña, confrontar a algunas personas de la comunidad mapuche y tratar de que nos dijeran si efectivamente habían disparado a nuestros perros, como un modo de dejar de buscar inutilmente y dar un cierre a todo esto. Justo cuando nos disponíamos a salir de casa, pasa una vecina paseando a su perro y me pregunta por mis dos perros perdidos. Le cuento lo que nos pasa y me responde que el motivo de su pregunta era que el domingo 8 (ya habían pasado 6 días) ella volvía manejando por Siete Lagos y le pareció ver a mis dos perros caminando por la ruta a la altura de Lago Hermoso detrás de una pareja de mochileros. Inmediatamente hubo un cambio de planes. Sacamos el auto y con mi hijo nos fuimos a recorrer la ruta. Empezamos a preguntar pidiendo información en todos los lugares de acampe y a cada poblador que encontramos. La primera pista la tuvimos en una escuelita de campo en Lago Hermoso donde una maestra (estaban teniendo una reunión en día sábado) nos dijo que los había visto pasar frente a su casa hacía unos 4 ó 5 días yendo como para Villarino. Seguimos indagando hasta que al llegar al camping del Lago Faulkner una chica a cargo nos dio la información que resultó ser la más valiosa: Se trataba de una pareja de ingleses, sus nombres eran John y Julie, habían pasado dos noches de intensa lluvia en ese lugar con los perros y se habían ido hacía ya tres o cuatro días caminando hacia La Angostura donde pensaban participar del 42K por las montañas. Proseguimos nuestro camino todavía revisando todos los lugares de acampe que quedaban hasta llegar a Villa La Angostura. Al llegar a la villa nos encontramos en el medio de una multitud que estaba celebrando la llegada de la carrera llamada 42 K. Empezamos a preguntar por John y Julie: si alguien los había visto, si ya habían llegado o si todavía estaban corriendo. Nadie nos escuchaba, nadie tenía ganas de ayudar, todo el mundo estaba en otra cosa. Con mi hijo decidimos separarnos y buscar cada uno por su lado. El empezó a dar vueltas mirando por allí y yo decidí tratar de encontrar al locutor. Cuando logré verlo tardé mucho en convencerlo de que por favor llamara a John y Julie por el altoparlante. Al final lo hizo pero los ingleses no aparecieron. Esa chispa de esperanza que se había avivado empezaba a apagarse otra vez cuando de pronto veo venir a mi hijo caminando hacia mí, llamándome y con una gran sonrisa iluminándole la cara. Entonces supe, antes de que me lo dijera, que los había encontrado. Cuando estuvo a mi lado me dijo que tenía dos perros encerrados en el auto. Empecé a saltar y a abrazar a mi hijo haciéndole pasar un papelón delante de todo ese gentío pero no lo pude evitar ni me importó. Corrimos al auto y allí estabam Titi y Limay rendidos de cansancio. Habían corrido el 42 K con los ingleses. Le pregunté a mi hijo dónde estaban ellos y me señaló en dirección hacia donde se alejaban,después de haberlo ayudado a subirlos al auto. Alcancé a dar un vistazo a John que tenía una remera verde pero inmediatamente se perdieron de vista. La vuelta a casa fue una fiesta como lo fue para la familia la llegada con los perros . Muchos perros han pasado por mi vida. Han pasado su vida entre nosotros, se han hecho viejos y se han ido rodeados por la familia. Una vez pasada la tristeza del duelo uno empieza a recordarlos con alegría. Pero un perro que se pierde y no aparece, del cual uno no llega a saber jamás el destino que tuvo, es una espina clavada para siempre. Agradezco a todos los que se preocuparon y colaboraron en la búsqueda de Titi (hembra de 4 años) y Limay (macho de 3). Agradezco a la vecina(no sé su nombre) que me contó que los había visto en la ruta Siete Lagos; a la chica española que está en el camping de Lago Faulkner. Agradezco a mi hijo,Benji; que se embarcó conmigo en esta frenética persecusión de los ingleses y también, por qué no?, agradezco a John y Julie quienes a pesar de haber arrastrado a nuestros perros a una loca aventura, se preocuparon por ellos, los alimentaron, se negaron a ser llevados en auto por no dejarlos solos en la ruta y, según mi hijo, cuando vieron que Titi y Limay se reunían con su familia en La Angostura, fueron casi tan felices como nosotros. María Poggi.

viernes, 20 de noviembre de 2009